En la plaza siempre hay 5 o 6 pescadores. Imágenes de dios. La virgen. Mujeres llorando un dolor hondo de quienes han conocido el amor. Sus pies negros como el silencio de todos los que no han resistido a la fuerza del mar. Los veo siempre. Menos los que sufren de enfermedades: trombosis, el cáncer detectado en las longas hospitalizaciones. Envejecen brutalmente. Caminan con muchas pausas con sus nietos al largo. Beben café con cheirinho y caminan en dirección al mar. Tal vez para una última visión de felicidad y dolor. Ha sido aquí que he aprendido el arte de contar. Historias que no han roto el infinito fio de las narrativas. Aquí con esta gente iletrada he entendido las formas originales del conocimiento, he organizado mi vocabulario, he inventado cuentos, he escuchado de ojos abiertos el arcaico saber de las cosas: el nombre íntimo y real de los mares e de los cielos.
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